27.7.11

Demasiado bueno para ser verdad

«« Córdoba es la provincia central de la Argentina. Si el país fuese un jamón ibérico (como realmente parece si lo miramos de lejos) Córdoba es el jamón del medio. En la provincia de Córdoba hay más humoristas gráficos que gente. Y los que quedan sin dibujar, lo que hacen es escribir. De entre todos, hay en Córdoba un muchacho que escribe como los dioses, y teníamos muchas ganas de publicarlo en Orsai. Este muchacho es muy conocido en Córdoba, pero en cambio no lo leyeron nunca en Centroamérica, ni en otros sitios del mundo donde se habla castellano. Nosotros leemos a José Playo desde hace años, y si alguna vez soñamos con hacer una revista, fue en parte también para publicar sus cuentos. Los cuentos de José son, como Córdoba, jamón del medio. Y estamos contentos de que ahora lo lean también en Centroamérica, donde la palabra “playo” significa “puto”. »»

Esto es, señores, la mayor derrota de mi vida. Fue publicado en Orsai.es el 16 de junio pasado pero recién hoy, con la revista en la mano, me animo a creerlo. Un tipo, cordobés, pendejo, sonriente, enamorado, clausurado de aventuras; escribió para Orsai. Podía ser yo. Debía ser yo. Me pregunto, y me lastima preguntarme, cómo ocurrió la decisión en las entrañas del número 32 de San Martí, Sant Celoni, España. Me muero por saber, lobos enigmas de la curiosidad, el dueño de la boca que lo nombró por primera vez en la cocina de la redacción. ¿Fue el Chiri, amigo descarnado; fue Comequechu, el cocinero; fue Casciari, el gordo buenudo? Para mí fue Casciari. Hay algo en su corteza de bondad y progresismo que nunca me convenció. Siempre sospeché, desde mucho antes del 16 de junio, que detrás de su vida de lunático escritor había una historia de pulcritud y buenos modales. Quizás nunca fue el pibito de calle, el gordito imprudente que tuvo una vida de película con suficiente material para llenar los baúles de un blog por siete años. Demasiado bueno para ser verdad. Siempre sospeché de los finales felices y Casciari tiene muchos en su legajo de recetas. Quiero despejar la idea de que escribo esto por el mero sentimiento de que el gordo haya elegido a otro cordobés antes que a mí ni mucho menos que maquinara trampas bajo la manga para mover los hilos de la redacción de Sant Celoni. Duermo con la conciencia tranquila. Cada uno sabe a quién le hablo. Si aun así no me creyeran, tengo pruebas infalibles de que Casciari sabía de mi pequeña existencia antes siquiera de que la revista saliera a la calle. No voy a pedirles que me crean, no creo hacer mérito suficiente; por eso ofrezco material en bruto y con menos edición que Mirtha Legrand a la mañana. A continuación, señores, dos mails que envié a Orsai.es con historias mías adjuntas y que nunca [nunca nunca nunca] tuvieron respuesta. Juzguen ustedes:


Estimados Hernán y Chiri:
Les pido perdón porque el texto que les paso no respeta la consigna de número de palabras, pero ocurre que no tengo textos tan largos. Sé que si se tratara de un par de frustrados intelectuales de café no tendría ninguna oportunidad, pero lo intento, porque mis ganas de escribir para la revista superan mi timidez y porque además, llegado el caso, escribiría lo que hiciera falta. Ustedes dirán.


Estimado Hernán:
Existe un problema fundamental en la lógica de Orsai: no resiste la lectura desordenada. Aún cuando las entradas y las sobremesas son un condimento inusual en esta vida de platos fríos, suponen un flagrante recorte a mis libertades civiles. Es desesperante tener que empezar por la primera página y termina por la última, con mayor razón si se propusieron romper las cadenas del índice y la publicidad.
Aclaro que mis intentos por abrir la revista en cualquier nota y terminarla en cualquier otra han sido en vano. Cada vez que terminaba la lasaña me servían un plato de empanaditas de copetín. Pido abiertamente que resuelvan el desperfecto técnico, cuestión que me obliga necesariamente a empezar por la entrada y terminar por el postre. Yo quiero comer como un niño: lo más rico primero.
Mis mejores deseos,
Maxi.